jueves, 29 de marzo de 2012

LibreMercado.com: Los auditores desvelan el gran descontrol en las contrataciones públicas

Los auditores desvelan el gran descontrol en las contrataciones públicas
Las ofertas económicas más bajas no suelen ser elegidas, a causa de la valoración de otros criterios subjetivos.

Pablo Molina 2012-03-29
La Intervención General de la Administración del Estado (Igae), dependiente del Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas, ha dado a conocer su informe sobre los Planes de Control Financiero Permanente y Auditoría Pública correspondientes al ejercicio de 2010.

En este informe, el órgano fiscalizador pone de manifiesto el abuso que la administración hace de determinadas fórmulas para la adjudicación de contratos del Estado, que minusvaloran el precio ofertado por los concurrentes frente a otros criterios técnicos de aplicación subjetiva, lo que da como resultado un evidente perjuicio para las arcas públicas ya que no se selecciona la oferta económica más ventajosa, sino la que cumple otros requisitos valorados discrecionalmente por los miembros de cada Mesa de Contratación.

Hay que aclarar que todas las ofertas que acceden a la fase final de un concurso público pasan una criba en la que se acredita que cumplen los requisitos técnicos establecidos en los pliegos de cláusulas que rigen cada contratación, de tal forma que en la valoración final de las ofertas presentadas todas las empresas aspirantes han demostrado su capacidad para ejecutar cumplidamente las exigencias del contrato.

Constatado este hecho, la lógica dicta que la administración eligiera principalmente para adjudicar el concurso en cuestión a la empresa que hubiera presentado la oferta económica más ventajosa. No es así, porque en ese momento procesal entran en juego otros condicionantes que desvirtúan el interés general que exigiría aprovechar ese ahorro evidente.

El mecanismo consiste en que el órgano encargado de adjudicar el contrato (obra, suministro o servicio) puede, según las bases de cada concurso, valorar con mayor puntuación aquellas ofertas que, teniendo un precio mayor, presenten una serie de características "técnicas" que los responsables de la adjudicación puntúan según su criterio dentro de los márgenes, muy amplios, establecidos en los pliegos de cláusulas administrativas que rigen la contratación.

La gestión de estos concursos llega al extremo asombroso de que, en muchos casos, una oferta más baja es incluso una circunstancia que penaliza a la empresa en cuestión si se desvía excesivamente de la media de bajas propuestas por el resto de entidades aspirantes.

Así pues, el informe de la Intervención General del Estado pone de manifiesto que la mayoría de contratos del Estado se adjudican no a la empresa que oferta un precio menor, sino a la que, a criterio del órgano de contratación, cumple otra serie de requisitos ajenos al precio ofertado. En concreto, tan sólo el 17% de los contratos públicos estudiados en el informe fueron adjudicados aplicando criterios proporcionales, en los que el precio más bajo fue una circunstancia apreciada con el peso que le corresponde en la valoración total para su adjudicación.

A esa circunstancia de discrecionalidad que permite a los órganos políticos elegir a empresas cuyas ofertas son más elevadas, se une el hecho de que en los pliegos de condiciones para contratos, especialmente de suministros, los requisitos exigidos son tan exhaustivos que sólo los cumple un determinado producto comercial, del que se ha reproducido "su foto" para evitar la posibilidad de que otras ofertas similares puedan competir.

De esta forma no es de extrañar que, por ejemplo, los smartphone elegidos para los diputados y senadores sean sólo de dos determinadas marcas, a despecho de otras con prestaciones similares pero mucho más baratas, o que incluso en el papel higiénico para el Cuerpo Nacional de Polícia todos los españoles tengamos también que abonar un precio un 50% por encima de su valor de mercado.

lunes, 26 de marzo de 2012

LibertadDigital.com: El acertijo contable, por Amando de Miguel

Con el número Pi y el teorema de Pitágoras, los griegos calcularon el radio de la Tierra y la longitud de la circunferencia. El cálculo se perdió, gracias a lo cual Colón se embarcó para llegar a Ceilán por el Oeste. A veces los errores son providenciales.
26/3/2012 - 02:54 - Seguir leyendo: https://www.libertaddigital.com/opinion/2012-03-26/amando-de-miguel-el-acertijo-contable-5114310/

Lo sabía. He recibido docenas de respuestas al acertijo numérico de la semana pasada. Me es imposible dar cuenta de todos los detalles. Algunos me insertan un esquema de contabilidad para ver dónde se esconde el travieso euro. Miguel Ángel García Martínez da en el blanco: “El truco está en sumar el último euro a la derecha en vez de descontarlo”. Jack Goldfinger razona que “el principio básico de la contabilidad es no mezclar el haber con el deber”. Jorge Rodríguez de la Nuez especifica que “la solución es contemplar el asunto desde la deuda, no desde el préstamo”. Francisco Moreno Doncel, que es un listo, interpreta el juego: “El motivo principal de estas líneas es rechazar que usted nos plantee ese problemilla de los zapatos haciendo como que no sabe la solución con la excusa de que es de Letras y haciendo un planteamiento falaz”. En realidad, el planteamiento no lo hacía yo sino mi primo, Pepe Escuder, que es ingeniero. Transcribí el mensaje como una especie de prueba de la interactividad de esta seccioncilla. Ha funcionado. Aunque aquí tratamos asuntos del lenguaje escrito o hablado, también cuentan los números y hasta los gestos y los silencios. Resulta lamentable la dicotomía de Letras o Ciencias que tuvimos que adoptar de adolescentes.

La resolución de enigmas numéricos o simbólicos es algo que siempre ha fascinado al pueblo. Es un buen ejercicio del intelecto, sobre todo el de los chicos. Vale lo mismo hacer sudokus, crucigramas, juegos de magia o adivinanzas. Recuerdo que mi abuelo Amando, cuando tenía yo 11 años, me planteó un enigma que empezaba así: “Adiós bando de las cien palomas…”. Al parecer, ningún inocente lo había adivinado, pero yo saqué fácilmente la solución, pues no era más que una sencilla ecuación de primer grado. Entonces se estudiaba álgebra a los 11 años. No sé ahora. Mi abuelo se quedó maravillado de que un mocoso como yo pudiera dar con la solución del problema. En cambio, él me maravilló por la sagacidad con el cálculo de sacos que podían salir de un montón de trigo. Simplemente, daba una vuelta al montón y contaba los pasos. Así obtenía la longitud de la circunferencia. Dividía esa longitud por un poco más de seis, y así calculaba el radio del montón (un cono). La altura del montón la calculaba a ojo. Hacía otros cálculos simples y averiguaba el volumen de trigo. Lo maravilloso del asunto es que mi abuelo manejaba continuamente la noción del número pi sin haber oído hablar nunca de su existencia. Entendí perfectamente cómo habían llegado los griegos a ese número mágico. Con ese número y el teorema de Pitágoras (que no lo descubrió Pitágoras sino que se debe a los antiguos egipcios), los griegos calcularon perfectamente el radio de la Tierra y la longitud de la circunferencia. Ese cálculo se perdió, gracias a lo cual Colón se embarcó para llegar a Ceilán por el Oeste. A veces los errores son providenciales.

(Notas para encontrarnos. El lunes doy una conferencia en Lorca sobre Sociología de la familia. El martes presento mi novela “Judíos en la ciudad de los ángeles” en la Asociación Sefarad-Israel, calle Mayor, 69, junto al antiguo Ayuntamiento, plaza de la Villa, Madrid. Me hace mucha ilusión  que en alguna conferencia aparezca un libertario o un fesibukero. Así se cierra el círculo de la interactividad).

Alfonso Blanco me cuenta un suceso de otro abuelo actual. Le dice a su nieto: “Mira, cuando yo era niño como tú eres ahora, mi mamá me mandaba a la tienda que había en la esquina con 100 pesetas, lo que ahora son 60 céntimos de euro, para hacer la compra. Yo regresaba a casa con dos envases de mantequilla, dos litros de leche, un saco de patatas, dos quesos, un paquete de azúcar, una barra de pan y una docena de huevos”. El nieto le  responde: “Abuelo, ¿en tu época no había cámaras de vigilancia?”. - Seguir leyendo: https://www.libertaddigital.com/opinion/2012-03-26/amando-de-miguel-el-acertijo-contable-5114310/ 

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